domingo, 24 de marzo de 2013

7mo. Encuentro: Alberto Riera, la obra de arte y el artista


La pintura de Alberto Riera como expresión de vida

Una de las obras más compleja y a la vez más sencilla que artista alguno haya realizado en esta primera década del siglo XXI en el arte larense, tal vez sea la del artista Alberto Riera (Barquisimeto, Estado Lara, Venezuela 1978), por la laboriosidad en el concepto y la simplicidad en el trazo, realizados con una energía que pareciera estar hecho al azar, pero que no descuida ningún detalle, ningún trazo, ningún color o mancha que superpone, lava, raya, chorrea o mezcla.


En 1998 Alberto Riera se acerca por primera vez al conocimiento de la pintura  para estudiar Percepción y Composición, programa que yo recién había elaborado y que impartía en la Escuela de Artes Plásticas “ Martín Tovar y Tovar” de Barquisimeto, con la intención, no de enseñar a dibujar o pintar a los participantes, sino a poner en práctica mi teoría sobre la aprehensión del conocimiento, enseñándoles  a descubrir sus  propias capacidades perceptivas a través de la comprensión del proceso de observación, y a descubrir la composición partiendo no de las reglas académicas, sino de los nuevos procesos propuestos por la psicología de la percepción y por las experiencias realizadas por diversos artistas modernos y contemporáneos, orientándolos a expresarse mediante su propia energía, a pintar a través del color y la mancha sacada de lo interior de sí y componer valiéndose de elementos situados en lugares  y situaciones diferentes para recomponerlos mentalmente, como un ejercicio de creatividad pura. “Copiar la realidad no te hará nunca un mejor pintor, es tu propia energía y la confianza en ella la que te hará un gran artista”, le solía decir al joven estudiante, con la esperanza de que comprendiera mi propuesta. Observaba que los trazos o manchas que realizaba tenían una particular forma, por ello cada  ejercicio era sometido a una conversación para ganar confianza en sí mismo. “No te confíes en las líneas que ves en la realidad, ni busque imitar con tus trazos algún parecido con los objetos… Lo importante son tus trazos, el descubrirte a ti mismo, en percibir desde dentro y en tu capacidad de crear algo diferente pero que exprese tu interioridad…La fuerza de tu trazo no está en la copia del objeto, está en lo que sientes al hacerlo, está en tu cerebro pero también aquí, en tu corazón..."  Cada día observaba la intensidad y la fuerza de sus trazos, sus manchas y en eso confiamos. 

Posteriormente Alberto Riera viaja a New York a estudiar inglés, pero su curiosidad lo lleva al taller de la artista Elba Damast, (Isla Pedernales, Estado Delta Amacuro, Venezuela, 1944 / New York, 2005), considerada por la crítica estadounidense como una de las 10 mejores mujeres artista en U.S.A., según revista especializada que yo mismo leí en casa de Elba, y quien trabajaba con pintura, ensamblaje y elementos escultóricos incorporados en una relación mística y neo expresionista. 


Elba quien era practicante de una religión de origen hinduista, le enseñará a Alberto Riera, no sólo el oficio y la disciplina en las artes, le reafirmará el concepto de energía interior, como elementos necesarios para la observación, la creación y la expresión. Lo llevará a las galerías y museos de arte contemporáneo de New York para observar las obras de los grandes artistas y le explicara los procesos y al final lo conduce a estudiar en el Student Art League, donde aprende técnicas y se sumerge en los talleres.

Sus ojos habidos de conocimiento lo lleva también a observar con una mirada especial el encanto de los grafitis superpuestos como enmarañados trazos en los muros de la ciudad y en especial los realizados en los vagones del metro, irreverentes, frescos, contestatarios.   Descubre también la obra de Jean-Michel Basquiat (Brooklyn, N.Y. 1960 / NoHo, N.Y. 1988) y su espíritu indomable lo lleva a identificarse con ese genio de la calle, especie de “culto primitivo”, grafitero y figurativo neo expresionista, que caminó entre grandes galeristas y artistas y que pintó sin reglas ni preocupaciones académica que lo ataran.

El paso de Alberto Riera por la Escuela de Artes Plásticas “ Martín Tovar y Tovar” de Barquisimeto, cierta influencia de Elba Damast, de sus sabias palabras y de su pintura donde el uso de textos en las obras, así como el tratamiento del color en forma de  manchas, mas su paso por la Student Art League de New York, el impacto de los grafitis de los muros y los trenes de esa ciudad y el descubrimiento de Jean-Michel Basquiat,  constituyen en conjunto para Alberto Riera, el corpus, la  gran escuela que le permitió comprender y atreverse a realizar con plena confianza sus primeros trabajos. 

Flores toxicas
Alberto Riera regresa a Venezuela, traduce las realidades, redescubre su entorno y su realidad social y natural. Comienza un trabajo basado en un lenguaje expresionista abstracto, con códigos muy gestuales, explosivos y algo simbólicos, con uso de elementos caligráficos. Toma como tema la corrosión de la naturaleza.  Reinventa su forma de pintar, crea nuevos códigos expresivos, introduce palabras aisladas o morfemas como una nueva señalética de su realidad. Utiliza técnicas y pigmentos no convencionales, y se expresa con desparpajo en cada tela.  Es transgresor, irrespetuoso de las leyes académicas. Crea, descubre y redescubre su propia estética. Lo ecológico le sirve de pretexto. Se ríe con una mueca de “enfant terrible” en cada paso que da, en cada ganancia que su espíritu apóstata le indica y sigue adelante con su confianza a cuesta. 

Sus colores iniciales tienden a lo metálico, al plateado y pigmentos ocres apagados, sin ningún brillo. Son manchas que diluye sobre la tela virgen, capas de colores sobrepuestas,  lavadas una y otra vez, hasta lograr ese tinte que semeja lo corroído. Son chorreados dejados casi al descuido. Pinta con toda la energía física de su cuerpo, con toda su energía emocional. Llena todos los espacios de la obra y traza insinuadas “caligrafías” como ancestrales palabras inacabadas. Es una obra que explota en la cara de los escépticos y él lo sabe. Es una obra que no parte del dibujo, sino de la pintura misma. Realiza un trabajo tomando los mayores riesgos, los senderos más espinosos. No transita ni los atajos ni los caminos conocidos.

Moscu-Rusia, Serie "Mundo"
Hoy Alberto Riera, continúa su búsqueda dentro de la naturaleza y por las experiencias que ha ganado en sus viajes por diversos países. Trabaja en dos series casi en paralelo: “Flores de Latinoamerica”  y “Mundo”. Con la primera se encuentra con el color en trazos y manchas llenas de energía, creando un dialogo consigo mismo, con su identidad y donde la naturaleza tropical se ve reflejada con pigmentos de intensas tintas, manchas muy sintéticas y sencillas que no ocupan toda la tela y donde el fondo sin pastosidad cromática es parte del discurso. 

En la serie “Mundo”, se podría decir que descubre el "dibujo", con trazos minimalistas expresados mediante el uso de una “caligrafía primitiva” de palabras superpuestas y una síntesis llevada al extremo. Es una serie dedicada a los países o continentes y donde el color toma una importancia semiótica, variando según la percepción que cada país le trasmite y donde el espacio sin carga de pigmentos y algunos colores al fondo,  juegan una nueva importancia en la composición. Es una obra de extrema sencillez, que recuerda la pintura zen japonesa.

Alberto Riera, ha pintado fundamentalmente para él, sin prepotencia ni pretensiones. Hoy ha expuesto sus pinturas en Venezuela, USA, Brasil, España, Inglaterra, Colombia. Vive entre Madrid, New York y Caracas-Barquisimeto. Ha ganado en su país los más importantes salones de arte. Mantiene la naturalidad de su personalidad, una conversación que dispara como metralleta y esa frescura en el rostro de joven travieso y transgresor. Hoy, los que ayer no creían en su trabajo plástico lo llaman con respeto “colega”. Yo siempre lo he sentido así, mi colega, y lo llamo con cariño mi ahijado. Felicitaciones Alberto Riera, sigue adelante. 


"Caracas revisited. Una poética de la nocturnidad: un canto de dolor y vida (Hector Seijas. "Caracas revisitedUna poética de la nocturnidad".  Editorial Fundación El Perro y la Rana, Caracas, Venezuela, 2010.)

        Altar

      Escapularios. Flores benditas. Agua traída de manantiales secretos.Tabaco. Perfumes. Granos misteriosos. Aves espectaculares. Cotorras de colores. Piedras brillantes.Fosforecentes vegeyaciones acumulan pruebas, testimonios de aquel laberinto clausurado. La ciudad crece sobre lo que antes era valle, hondonada, bosque, pedregal, laguna, arboleda, campiña, rio, montaña, loma, barranco, cueva, canjilón, quebrada, precipicio. La ciudad se desborda y reclama mas espacio. El resultado: un inmenso vacío. Del Paisaje anterior quedan sólo nombres. Donde antes había un rio, una quebrada, sólo nombres que gravitan sobre el vacío. Un vacío terrible. El vacío de la naturaleza. Los nombres cuya función se limita a indicar o a recordar que allí antes había una arboleda, un bosque, un rio, una fuente.

Así escribe, así reclama de una manera polémica, el poeta Héctor Seijas por una Caracas que antes era verdor, agua y humanidad. Un poemario verdadero canto, o quizás inmenso dolor y queja, por ese suicidio ecológico y deshumanización, valle descuidado y casi destruido por el poder económico de quienes la han habitado y vieron en él una forma de hacer negocio y riqueza, en detrimento de una naturaleza, de una ciudad, de la gente toda.  
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De “Caracas revisited. Una poética de la nocturnidad”, el poeta William Osuna escribe:

“En Caracas revisited, la ciudad se convierte en brote de neón  máscara trágica, hace eclosión en sus contradicciones: bajando el monte Avila discurre en agua clara, piedras pulidas, reinitas y tordos chocolateros que retozan en la quebrada de Catuche: en el centro, falansterio de esperpentos,, dispuestos a intercambiar miserias  en el Edén de los lateros de la avenida Baralt. Por la orilla, pagina a pagina, nos presenta la cartografía infernal de la nocturnidad caraqueña, nos muestra el averno por las aguas del Guaire, las puertas de Sodoma, los templos de Babilonia, el trono, en la majestad, de los hombres de paja…


…En Caracas, Héctor Seijas, a partir de su libro Caracas revisited, crea su propia epistemología, visibiliza a sus habitantes y los grupos sociales, humillados y ofendidos por el capitalismo...”


"Caracas revisitedUna poética de la nocturnidad" , es un poemario de profunda reflexión y de hermosa escritura,  que nos lleva de la mano por el valle de Caracas, su dolor y su belleza. De venta en las Librerías del Sur, por el módico precio de Bs. 5°°.( $ 0,79)


La obra de arte y el artista


Vassily Kandinsky
“La verdadera obra de arte nace misteriosamente del artista por vía mística. Separada de él, adquiere vida propia, se convierte en una personalidad, un “sujeto” independiente que respira individualmente y que tiene una vida material real. No es pues un fenómeno indiferente y casual que permanece indiferente en el mundo espiritual, sino que posee, como todo ente, fuerzas activas y creativas. La obra de arte vive y actúa, colabora en la creación de la atmósfera espiritual... 

…La pintura es un arte, y el arte, en su aspecto global, no es una «creación inútil de objetos» que se deshacen en el vacío sino una fuerza útil que sirve al desarrollo y a la sensibilización del alma humana –que apoya el movimiento del triángulo–. El arte es el lenguaje que habla al alma de cosas que son para ella el pan cotidiano, que sólo puede recibir en esta forma.

Cuando el arte se sustrae a esta obligación queda un hueco vacío, ya que no existe ningún poder que sustituya al arte. En todo momento en que el alma humana viva una vida más fuerte, el arte revivirá, ya que alma y arte están en relación de efecto y de perfección recíprocos. En los períodos en los que las ideas materialistas, el ateísmo y los afanes puramente prácticos que se derivan de ellos, atontan al alma abandonada, se opina que el arte «puro» no ha sido dado al hombre para fines especiales, sino que es «gratuito»; que el arte existe sólo para el arte. El lazo que une el arte y el alma se queda medio anestesiado. Pronto, sin embargo, esta situación se venga: el artista y el espectador, que dialogan en el lenguaje del alma, ya no se entienden, y el último vuelve la espalda al primero o le mira como a un ilusionista cuya habilidad y capacidad de invención admira.”

Vassily Vasílievich Kandinsky  (Moscú, 1866 – Neuilly-sur-Seine, 1944). Capítulo VIII: La obra de arte y el artista, del libro “De lo espiritual en el arte”.1910



Miguel Granado-Troconis
Artista Plástico / Lic. en Artes Plásticas 
artegranado@gmail.com